Cuando las cosas van
bien todo es armonía y sosiego, reflexión y templanza, compañerismo
y camaradería, saber estar; pero cuando las cosas van mal baja el
nivel del mar y se empieza a ver la mierda que el bien escondía.
Así, la armonía y
el sosiego dan paso a los reproches y la tensión; la reflexión y
templanza dan paso a la crispación y a las prisas; y el compañerismo
y camaradería dan paso a quítate tú para ponerme yo.
Cuando las cosas van
mal todos tiene un problema y una solución al mismo, aunque este no
tenga nada que ver con lo tratado.
Así ocurre en
cualquier trabajo y en cualquier ámbito de la vida; es una condición
humana.
Vivimos desde unos
años una crisis importante, donde los mercaderes se han impuesto a
los políticos y estos, pobres de espíritu y sin ningún principio
ni ideología, han sucumbido a su corrupción. Si analizamos cada uno
de los frentes y lo que algunos han llamado modelo productivo (esto
alguien lo tendrá que explicar de manera que lo entendamos, el por
qué cada vez que se habla de un cambio de modelo productivo son los
trabajadores y trabajadoras los que pierden poder adquisitivo y
derechos) veremos como detrás de cada uno de los cambios hay un
principio: esquilmar al Estado para el bien particular.
Los urbanistas
Tras la crisis de
principios de los 90's, donde los casos de corrupción atenazaban al
PSOE de Felipe González y cuya reforma laboral de los contratos
basuras no estaba dando sus frutos (no se comían la basura ni los
empresarios), apareció, cual defensor de la honestidad y el bien
hacer el PP de José María Aznar. Este decidió y sucesor (Zapatero)
mantuvo, en un principio, que para generar empleo inmediato lo mejor
era la liberalización del suelo. Así, en 1998, abrió España a la
urbanización masiva y el ladrillo pasó a ser el leivmotiv de
ingentes empresarios de la subcontrata y la subcontratación. Todos
tenían un hueco en el horizonte ladrillil, fueses o no constructor,
o como bien se diría: me dedico a la obra (ni hablo del Opus Dei).
Esto llevó, no solo a lo que ya conocemos como burbuja inmobiliaria,
sino a una clase social desarraigada del ni oficio ni beneficio.
Muchos jóvenes, y no tan jóvenes, al albur del dinero fácil
abandonaron sus estudios y se fueron al tajo. Ganaban mucho y bien,
se compraron coches de alta gama, y alguno que otro una vivienda; con
ilusión, con planes de futuro. Con la caída del ladrillo cayeron
ellos, sus pies de barros no aguantaron la embestida de la crisis,
como no lo aguantaron ni bancos, ni promotoras, ni financieras. A
diferencia de ellas estos no podían ir a ningún lado, ya fuese
paraíso fiscal o un Estado que les insuflara dinero (la banca ha
recibido del gobierno español y del europeo más de 120 mil millones
de euros, las familias cero). Así su mundo de BMW's y de pisitos se
vino abajo y ,con el, arrastraron a su padres, abuelos y amigos
(todos ellos avalistas de buena fe). Ahora les llaman la generación
perdida, sin estudios, sin trabajo y sin expectativas. Peor aún, la
gente está tan eudeudada que eso se utilizará como cuartada en la
etapa de Rajoy para reducirles las prestaciones, los salarios y los
servicios sociales al mínimo.
Los otros
negocios de la derecha
El PP de Aznar, la
derecha en si, la del 1996 al 2004, no solo liberalizó el suelo y
convirtió España en un antro de especulación urbanística sino que
aprovechó para endosar empresas públicas rentables a manos
privadas. Comienza así el desmantelamiento del Estado por parte de
la derecha. Empresas como Iberdrola, Repsol, Telefónica, pasan a
manos privadas y con ello llegan los despidos los ERE's. El caso de
Telefónica es más sangrante porque Aznar pone al frente a su
compañerito de banco del colegio: Juan Villalonga. Todo esto se
mantuvo en la etapa de del PSOE de Zapatero.
Es decir, la derecha
desmantela los bienes del Estado porque es su ideología: quien pueda
pagárselo, bien; quien no, muerte.
Con esta tesitura
nos encontramos ahora. Nos hacen creer que la Sanidad es un gasto,
que la Educación es un gasto y así con todo el estado del
bienestar. Su teoría es que no nos lo podemos permitir que “hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades”
(esta cantinela la ha acuñado, también muy bien, los de UPyD)
La realidad es bien
distinta, para ellos la Sanidad, la Educación son un negocio. Lo
llevan en la sangre.
En la Comunidad de
Madrid, fijaros toda la charla que os he dado hasta llegar a aquí,
el PP gobierna desde el año 1995 y en Tres Cantos desde el año
2000, ¿cómo pueden decir que hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades?¿Acaso no eran ellos los gestores de los bienes
públicos?¿Acaso no era Gallardón, primero, y Esperanza Aguirre,
después, quienes tenía que haber velado por el buen estado de las
arcas públicas? ¿O es qué la responsabilidad no va con ellos?
Lo cierto, es que
desde un primer momento, hundida la economía del ladrillo, la
derecha, el PP, vio como salida para los suyos, los del poder
económico, que había que abrir nuevos nichos de negocio. Los
servicios que son rentables a las arcas públicas debían pasar a
manos privadas; como ya hiciera, en su tiempo, Aznar con las empresas
públicas.
Estos servicios,
básicos para la población, son: el Agua, la Sanidad y la Educación.
Así, el PP,
privatizará el Canal de Isabel II, la Sanidad y la Educación y
pronto los vertederos (se calcula que cada ciudadano deberá pagar
más de 120€ al año por sus residuos, ¡toma tasa!).
¿Y cómo se hace
esto? Muy sencillo, primero se degrada, quitas médicos, enfermeros,
profesores, clases de apoyo, etc.; en definitiva degradas lo público
desde lo público y trasladas a los pacientes, alumnos,
padres/madres, ese deterioro hasta desquiciarlos y que sean ellos
quienes reclamen un cambio, así parece que no ha quedado más
remedio.
Lo que pienso
(a veces lo hago)
Y esto nos tiene que
llevar a una reflexión, que en mi caso es partidista, ya que milito
y defiendo unos ideales y una ideología, la de la izquierda, la de
Izquierda Unida, y es la defensa de lo público como bandera de un
Estado del bienestar donde los ciudadanos y ciudadanas no tenga que
sentirse mal.
Defiendo la Sanidad
pública porque creo que ninguna persona, sea de donde sea y de la
condición social que sea, debe estar desatendida en su enfermedad.
No soy Hipócrates pero no me alejo de su pensamiento:
“En
el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión
médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio
de la humanidad (…) La salud y la vida del enfermo serán las
primeras de mis preocupaciones (…) Tendré absoluto respeto por la
vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis
conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”.
Defiendo la
Educación pública porque no defenderla es apostar por la ignorancia
y los pueblos que viven en ella son fácilmente manipulables; es
porque creo que cada ciudadano y ciudadana debe sentirse libre y para
ello es imprescindible el derecho a ser educado sin doctrina, sin
amaestramiento.
El agua ha de ser
pública porque es la vida.
Hacer negocio con la
necesidad es la doctrina de la derecha, de los usureros, de los
mediocres, de aquellos a quienes no les importa el prójimo sino su
bolsillo.
No he terminado,
seguiré.