21 enero 2013

En defensa de lo público


Cuando las cosas van bien todo es armonía y sosiego, reflexión y templanza, compañerismo y camaradería, saber estar; pero cuando las cosas van mal baja el nivel del mar y se empieza a ver la mierda que el bien escondía.
Así, la armonía y el sosiego dan paso a los reproches y la tensión; la reflexión y templanza dan paso a la crispación y a las prisas; y el compañerismo y camaradería dan paso a quítate tú para ponerme yo.
Cuando las cosas van mal todos tiene un problema y una solución al mismo, aunque este no tenga nada que ver con lo tratado.
Así ocurre en cualquier trabajo y en cualquier ámbito de la vida; es una condición humana.
Vivimos desde unos años una crisis importante, donde los mercaderes se han impuesto a los políticos y estos, pobres de espíritu y sin ningún principio ni ideología, han sucumbido a su corrupción. Si analizamos cada uno de los frentes y lo que algunos han llamado modelo productivo (esto alguien lo tendrá que explicar de manera que lo entendamos, el por qué cada vez que se habla de un cambio de modelo productivo son los trabajadores y trabajadoras los que pierden poder adquisitivo y derechos) veremos como detrás de cada uno de los cambios hay un principio: esquilmar al Estado para el bien particular.

Los urbanistas

Tras la crisis de principios de los 90's, donde los casos de corrupción atenazaban al PSOE de Felipe González y cuya reforma laboral de los contratos basuras no estaba dando sus frutos (no se comían la basura ni los empresarios), apareció, cual defensor de la honestidad y el bien hacer el PP de José María Aznar. Este decidió y sucesor (Zapatero) mantuvo, en un principio, que para generar empleo inmediato lo mejor era la liberalización del suelo. Así, en 1998, abrió España a la urbanización masiva y el ladrillo pasó a ser el leivmotiv de ingentes empresarios de la subcontrata y la subcontratación. Todos tenían un hueco en el horizonte ladrillil, fueses o no constructor, o como bien se diría: me dedico a la obra (ni hablo del Opus Dei). Esto llevó, no solo a lo que ya conocemos como burbuja inmobiliaria, sino a una clase social desarraigada del ni oficio ni beneficio. Muchos jóvenes, y no tan jóvenes, al albur del dinero fácil abandonaron sus estudios y se fueron al tajo. Ganaban mucho y bien, se compraron coches de alta gama, y alguno que otro una vivienda; con ilusión, con planes de futuro. Con la caída del ladrillo cayeron ellos, sus pies de barros no aguantaron la embestida de la crisis, como no lo aguantaron ni bancos, ni promotoras, ni financieras. A diferencia de ellas estos no podían ir a ningún lado, ya fuese paraíso fiscal o un Estado que les insuflara dinero (la banca ha recibido del gobierno español y del europeo más de 120 mil millones de euros, las familias cero). Así su mundo de BMW's y de pisitos se vino abajo y ,con el, arrastraron a su padres, abuelos y amigos (todos ellos avalistas de buena fe). Ahora les llaman la generación perdida, sin estudios, sin trabajo y sin expectativas. Peor aún, la gente está tan eudeudada que eso se utilizará como cuartada en la etapa de Rajoy para reducirles las prestaciones, los salarios y los servicios sociales al mínimo.

Los otros negocios de la derecha

El PP de Aznar, la derecha en si, la del 1996 al 2004, no solo liberalizó el suelo y convirtió España en un antro de especulación urbanística sino que aprovechó para endosar empresas públicas rentables a manos privadas. Comienza así el desmantelamiento del Estado por parte de la derecha. Empresas como Iberdrola, Repsol, Telefónica, pasan a manos privadas y con ello llegan los despidos los ERE's. El caso de Telefónica es más sangrante porque Aznar pone al frente a su compañerito de banco del colegio: Juan Villalonga. Todo esto se mantuvo en la etapa de del PSOE de Zapatero.
Es decir, la derecha desmantela los bienes del Estado porque es su ideología: quien pueda pagárselo, bien; quien no, muerte.
Con esta tesitura nos encontramos ahora. Nos hacen creer que la Sanidad es un gasto, que la Educación es un gasto y así con todo el estado del bienestar. Su teoría es que no nos lo podemos permitir que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” (esta cantinela la ha acuñado, también muy bien, los de UPyD)
La realidad es bien distinta, para ellos la Sanidad, la Educación son un negocio. Lo llevan en la sangre.
En la Comunidad de Madrid, fijaros toda la charla que os he dado hasta llegar a aquí, el PP gobierna desde el año 1995 y en Tres Cantos desde el año 2000, ¿cómo pueden decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?¿Acaso no eran ellos los gestores de los bienes públicos?¿Acaso no era Gallardón, primero, y Esperanza Aguirre, después, quienes tenía que haber velado por el buen estado de las arcas públicas? ¿O es qué la responsabilidad no va con ellos?
Lo cierto, es que desde un primer momento, hundida la economía del ladrillo, la derecha, el PP, vio como salida para los suyos, los del poder económico, que había que abrir nuevos nichos de negocio. Los servicios que son rentables a las arcas públicas debían pasar a manos privadas; como ya hiciera, en su tiempo, Aznar con las empresas públicas.
Estos servicios, básicos para la población, son: el Agua, la Sanidad y la Educación.
Así, el PP, privatizará el Canal de Isabel II, la Sanidad y la Educación y pronto los vertederos (se calcula que cada ciudadano deberá pagar más de 120€ al año por sus residuos, ¡toma tasa!).
¿Y cómo se hace esto? Muy sencillo, primero se degrada, quitas médicos, enfermeros, profesores, clases de apoyo, etc.; en definitiva degradas lo público desde lo público y trasladas a los pacientes, alumnos, padres/madres, ese deterioro hasta desquiciarlos y que sean ellos quienes reclamen un cambio, así parece que no ha quedado más remedio.

Lo que pienso (a veces lo hago)

Y esto nos tiene que llevar a una reflexión, que en mi caso es partidista, ya que milito y defiendo unos ideales y una ideología, la de la izquierda, la de Izquierda Unida, y es la defensa de lo público como bandera de un Estado del bienestar donde los ciudadanos y ciudadanas no tenga que sentirse mal.
Defiendo la Sanidad pública porque creo que ninguna persona, sea de donde sea y de la condición social que sea, debe estar desatendida en su enfermedad. No soy Hipócrates pero no me alejo de su pensamiento:En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad (…) La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones (…) Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad”.
Defiendo la Educación pública porque no defenderla es apostar por la ignorancia y los pueblos que viven en ella son fácilmente manipulables; es porque creo que cada ciudadano y ciudadana debe sentirse libre y para ello es imprescindible el derecho a ser educado sin doctrina, sin amaestramiento.
El agua ha de ser pública porque es la vida.
Hacer negocio con la necesidad es la doctrina de la derecha, de los usureros, de los mediocres, de aquellos a quienes no les importa el prójimo sino su bolsillo.
No he terminado, seguiré.